Y como si un pulpo se tratase, extiende sus brazos hacia el mar, intentando llegar a donde nunca nadie antes ha llegado, no le importa ser un objeto inmóvil, una escultura hierática, su mente es libre, y es todo cuanto necesita para soñar.
Los pies los tiene fijos, anclados a una tierra a la que ama, pero sus ansias de conocimiento le llevan más allá de lo que puede observar con sus ojos, sobretodo aquellos días en los que, si el sol y las nubes se lo permiten, puede vislumbrar otras tierras allende el océano.
No hemos nacido para estar anclados, el mundo es muy grande y el lugar en el que nacemos, aunque sintamos que es el mejor del mundo, es muy pequeño y más tarde o más temprano, lucharemos por conocer paisajes y formas de vida que están más lejanas de lo que podemos recorrer andando.
Feliz Tarde
Gabo Monzón
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