Por suerte, aún queda un lugar en las Palmas de Gran Canaria donde esa magia no ha terminado, en la Plaza de Santa Catalina se congregan alrededor de más de una veintena de mesas cerca de un centenar de personas, la mayoría gente mayor, jubilados que se reúnen para jugar y contar sus historias de juventud, pero lo bonito llega ahora, en meses de verano, donde los niños no tienen clase, te ves a algún muchachito jugando al dominó o una manita a las cartas con personas que le duplican o triplican la edad, sin que la barrera generacional se convierta en un problema.
Es por ello que le dedico a esos mayores mi fotografía de este día, a esos maestros que muestran otra forma de ver la vida a cualquier joven que se presente por ahí y hacen que los juegos de su infancia no se borren de la historia.
Además, ha sido uno de los mayores retos, sacar mi cámara y hacer fotos a los jugadores desde una distancia en la que estaba totalmente expuesto a su mirada y me vieron, mas no dijeron nada y siguieron embarcados en la mano que les tocaba jugar.
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